Desde que empecé mi viaje en el voluntariado en marzo, reflexionar sobre lo que ha significado esta experiencia hasta ahora, a mitad de año, me llena de gratitud y satisfacción. A pesar de las desafiantes distancias que me separan de mi familia y las veces que la idea de regresar a mi ciudad natal cruzó por mi mente, he permanecido firme, reafirmando a diario mi compromiso con esta emocionante "aventura". Cada día es una oportunidad para absorber nuevos conocimientos que en su momento me eran ajenos, mientras construyo vínculos con personas que me han acogido como un miembro más de sus familias y círculos cercanos.
Este camino de encuentros significativos y aprendizaje constante me ha brindado una perspectiva totalmente diferente y optimista ante la vida. La oportunidad de conocer las labores de personas dedicadas a oficios diversos, como agricultores, apicultores y emprendedores locales, ha ampliado mi horizonte y me ha hecho partícipe de las variadas realidades que coexisten dentro de una misma región. En un territorio que se distingue por la resiliencia de su población ante las adversidades, también encuentro contrastes marcados en el tejido social. A pesar de estas divergencias, es vital enfocarnos en los aspectos positivos y trabajar para revitalizarlos.
Parte de mi labor consiste en establecer conexiones genuinas con los habitantes de la zona, brindándoles un respiro de la rutina diaria. Ya sea compartiendo una Mate, dialogando sobre proyectos de cultivo y huertas o simplemente escuchando sus vivencias, busco proporcionarles una atención de calidad en un entorno donde suele ser escasa. En un contexto tan debilitado socialmente, nuestra labor como fundación destaca por marcar la diferencia a través de estas interacciones valiosas.
En cuanto a mi propio crecimiento personal, medirlo de manera exacta es un reto, pero indudablemente he experimentado una transformación. He adquirido una mayor sencillez, tolerancia, paciencia y persistencia, cualidades que solían pasar desapercibidas en medio del ritmo frenético de la vida en la ciudad. Mi vocación de servicio también continúa creciendio, impulsándome a contribuir con mis habilidades y dones para apoyar a quienes me rodean. Además, mi conocimiento relacionado a tema huertas y cultivos, antes inexistente, y mi comprensión geográfica y social de la región han experimentado un crecimiento notable.
En el plano espiritual, la coexistencia con una realidad social desafiante ha presentado obstáculos para expresar mi fe como a mi me gusta. A pesar de ello, las escasas actividades de índole católica que hemos llevado a cabo han resultado valiosas y enriquecedoras para mi vida espiritual.
En resumen, este periodo de voluntariado ha superado mis expectativas y ha sido una experiencia enriquecedora. Aunque difiere de lo que imaginé en un principio, no me ha decepcionado en absoluto. He encontrado placer y provecho en cada momento, forjando un afecto profundo tanto por las tareas diarias como por las personas que me rodean. El cariño mutuo que compartimos es la prueba de que este viaje es significativo y transformador.
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