Por Gonzalo Castro SJ
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de Ti;
mi carne tiene ansia de Ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
Este fragmento del Salmo 62 (vv. 2-3) expresa la experiencia orante de quien busca la intimidad con el Señor en su vida. Para eso, el salmista usa la imagen de la «sed de Dios» y la manifiesta a través de lo que puede percibir en su entorno. La experiencia de la aridez en las regiones montañosas de Palestina debió ser parte de la experiencia de la comunidad. Los adjetivos que usa son tremendos y, al mismo tiempo, muy evocadores.
La posibilidad de sintonizar nuestra vida espiritual con los padecimientos de nuestra tierra no es solo poesía. Es además un desafío que nos conduce a contemplar nuestros ecosistemas. Este salmo puede transformar nuestra mirada a la actual crisis hídrica y hacerla más profunda e integral. El agua es mucho más que un recurso necesario para la vida. Es también una manifestación de la gracia de Dios para quien la sabe mirar, un signo del amor y la misericordia de Dios para todo lo creado. El agua es una verdadera bendición para todas las criaturas. Tal vez por eso el «agua bendita» sea un elemento tan importante en los altares de muchas familias cristianas.
Dejemos que este salmo transforme nuestra sensibilidad ante la crisis hídrica, que está mucho más cerca de lo que imaginamos. Si les sirve de ayuda para tomar conciencia, pueden revisar para eso ver algunas noticias de la semana pasada para la Región Metropolitana. También les recomiendo revisar el visor de sequía territorial en la comuna donde vives. A modo de ejemplo, hoy sabemos que el 47.5% de la población chilena vive en situación de escasez hídrica.
Tal vez para quienes viven en la ciudad, la escasez del agua aparezca como un escenario muy probable, que se aproxima cada vez más. Sin embargo, la realidad es diferente en algunos poblados más pequeños y, sobre todo, en las zonas rurales. El alcalde de Combarbalá, en la IV región, debe pedir camiones aljibe a las comunas vecinas para abastecer de agua potable en el sector rural.
Yo vivo en Padre Hurtado, en la RM, y la situación no es muy diferente. Aquí también la municipalidad debe abastecer de agua con camiones aljibe a muchas familias del sector rural. El agua potable rural de la comuna estuvo bajo sospecha de estar contaminada con químicos asociados al uso extensivo de fertilizantes. Cada vez es más difícil regar los campos; la gente del campo pide con frecuencia en las misas que vuelva a llover.
Para hacernos cargo de la crisis hídrica necesitamos un enfoque multidimensional. Y con esto apunto a algo más allá de una mesa técnica donde trabajen en conjunto distintas profesiones. Esta crisis nos llega hasta el alma, nos revuelve las entrañas, nos incita a buscar a Dios. Las medidas de consumo eficiente del agua serán una solución parcial, pues no nos transforman por dentro. El Espíritu Santo nos impulsa a «ver nuevas todas las cosas en Cristo» frente a esta crisis. Nos prepara para una reconciliación profunda con nuestro entorno natural: ya sea en lo urbano, en nuestras áreas verdes, en los lugares que habitamos o en nuestras prácticas solidarias.
Como bien lo percibió santa Teresa de Calcuta, podemos reconocer en las palabras de Cristo en cruz «tengo sed» un llamado a la acción. Aprendamos a reconocer, también en este grito, «la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta» como nos los pidió el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si’ (2015, n. 16). Tal vez, nuestro compromiso cristiano hoy pueda tomar formas insospechadas para el cuidado integral de nuestras aguas: una reforestación de cuencas hidrográficas con flora endémica, un correcto tratamiento de aguas de regadío, un trabajo solidario con las comunidades que buscan su soberanía alimentaria y una economía circular, etc. Que nuestra sed de Dios nos impulse en esta búsqueda.
¡Feliz Día Mundial del Agua!
Comments