Quisiera compartir contigo algo de lo que he experimentado en todos estos años de la mano de los Ejercicios Espirituales. Hablar de San Ignacio y la “oración” es hablar del Santo y su relación con Dios.
1. Esta es una relación de ir hacia adentro, aunque cueste:
El hecho de que Ignacio haya llamado a la experiencia Ejercicios tiene que ver con una conciencia de esfuerzo de la fe como una relación que se tiene que ejercitar. El encuentro con Dios se vive mirando el interior de nuestro propio ser; Dios habita en cada uno de nosotr@s, y esa relación con Dios, como toda relación, cuesta.
2. Es el reconocimiento de sentirse amado:
Aun cuando la relación con Dios requiere de un esfuerzo, como toda relación plena, ofrece más de lo que cuesta. Y es que, en la medida que me adentro en mi ser y que intento rastrear al Dios que me habita, también me voy aproximando al infinito amor que tiene por nosotros. Así, nuestros juicios duros, nuestras auto exigencias pueden rendirse a la constatación de que no estamos sol@s y que aquél que nos acompaña nos ama verdaderamente con todo lo que somos.
3. De ella brotan deseos de amar y amar como Jesús:
El Ignacio perdonado, reconciliado consigo mismo, que surge de la experiencia de Manresa descubre que el amor de Dios es más grande que sus faltas y flaquezas, y que el seguimiento no es cuestión de proezas, sino un aprender de y seguir a ese Jesús que lo ama y lo llama. Desde la oración ignaciana la invitación del seguimiento siempre es respuesta a una experiencia de sentirse amado y de un querer amar.
4. El amor se ha de poner más en las obras que en las palabras:
Finalmente, la propuesta final de los ejercicios nos pone por delante esta máxima fundamental, que probablemente hayas visto en stickers, poleras y publicaciones de nuestras redes: “El amor se ha de poner más en las obras que en las palabras”.
Es la constatación de que el amor de Dios, el amor de otr@s y la necesidad de sabernos amados, nos moviliza a amar y a entregarnos en profundidad. La oración nos completa, no solo la que nos mueve hacia adentro, sino aquella que, mirando hacia el interior y ayudando a reconocer los movimientos internos que nos habitan, nos empuja hacia afuera, hacia un dar y darse así como Dios se da.
Ciertamente las cuestiones aquí señaladas dan para mucho más que comentar y hacer que lo que ellas presentan. Así que, si te quedaste con las ganas de más, no te pierdas la oportunidad de vivir los Ejercicios o de sumarte a las instancias que las distintas agrupaciones y movimientos ignacianos ofrecen para poder vivir algo de esa experiencia de oración y vida que Ignacio nos legó.
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