Un día un hombre que salió de un pueblo sencillo, llevaba una promesa de amor para la humanidad, Él invitó a hombres y mujeres, para que le acompañaran a llevar esa promesa. Este sujeto, un día se fue y dejó a sus amigos con la misión de llevar todo lo que habían visto y oído a todo el mundo (1 Jn 1, 1), dejándoles una instrucción muy clara: hacer que en el mundo se hicieran discípulos de él (Mt 28, 19), unidos a él y que esta historia no acabará nunca.
Hoy, Él sigue enviando a sus discípulos, es decir, hoy hay hombres y mujeres que conociendo a Jesús lo anuncian, nos hablaron de él, pero ese diálogo no es un mero hecho superfluo de ir y tocar la puerta de tu casa, sino, muy por el contrario, nos invitan a seguir a Jesús con su testimonio; las existencia de esas mujeres y hombres, nos dan sentido, es decir vale la vida seguir a Jesús, vale la propia existencia, es el sentido de vida. Qué mejor mensaje que anunciar a Jesús con la propia vida, que todo el cuerpo, los sentidos y los talentos o dones que tengo anuncien a Jesús.
Es por lo dicho que te invito a responder la pregunta ¿Quién me habló de Jesús? y ¿Por qué me siento yo invitado/a a hablar de Él?
A continuación, responderé tres preguntas que me han servido a mi y a otros y otras a ser discípulos de Dios.
¿Quiénes son discípulos / discípulas y qué les pide Jesús? y ¿Por qué luego son apóstoles?
Jesús vino al mundo a reunir a la creatura con su Dios, a unir aquella relación que estaba quebrada por la inhumanidad, por la falta de amor, por el desentendernos hermanos y hermanas, y Jesús (el maestro por excelencia), siendo Todo Dios, vino, se encarnó, vivió y experimentó esa realidad de ser de los últimos, de los desacatados, de la periferia y quiso con su propia acción y experiencia, amar y dar más amor, porque sabía que ahí estaba el camino.
Bueno ya sabemos que Jesús amó, y que con gestos muy sencillos, pero concretos y profundamente de amor, fue paso a paso construyendo el reino. Fue enseñando otro camino de posibilidades, de decirles a los últimos y pequeños que Dios estaba con ellos y ellas, que la vida no estaba perdida, que se podía encontrar sentido para seguir existiendo y que la batalla del mal y todo aquello que nos hace daño, no estaba ganada. Todo esto fue lo que Jesús enseñó a sus discípulos, a quienes Él en un gesto de humanidad los llamaba amigos, ellos y ellas aprendieron, ellos y ellas en estos gestos y enseñanzas de Jesús encontraron sentido en sus vidas, pero no un sentido superfluo, de conocer y experimentar todo el amor de Dios, sino que un sentido, verdadero, que los movilizaba, algo que ellos experimentaban en su interior y lo expresaban como un fuego que los movilizaba.
Ahora bien, se preguntarán por qué me hago la pregunta de “Por qué luego apóstoles” . Bueno, porque ese fuego que estas mujeres y hombres experimentaban, no lo guardaron como un tesoro debajo de la tierra, si no que se sentían en la necesidad de que, como ellos sentían tal experiencia, tenían que anunciar el principio del amor con palabras y obras.
Nosotros, que conocimos y experimentamos a Jesús, tenemos que anunciarlo y tenemos que hacerlo por medio por medio de obras, el anuncio consiste en dar testimonio con la propia vida y existencia, quién no lo hace, está totalmente perdido, dar testimonio es también comprometerse con la causa de Jesús, es conocerlo, es participar de su mesa, es estar disponible para él.
¿A que envía Jesús a sus discípulos?
Para esta segunda pregunta, la respuesta es sencilla, pero su contenido es un desafío en nuestro mundo. La respuesta es amar, dar amor, como dice la canción “Cristo te necesita para amar”. Es por medio del amor que anunciamos a Jesús, si no cociéramos ese amor ¿Cómo o con qué herramientas, con qué sentido, con qué ganas podríamos dar testimonio?
Los gestos de amor del Reino son muy sencillos, pero como ya lo dije anteriormente muy profundo y con mucho sentido (quizás más de una vez lo han leído o oído de mi parte). El Reino se construye, dando un beso, con un abrazo, con un te quiero o un muchas gracias. No es exclusivamente eso, pero quiero decir que, el reino se construye con gestos y acciones que nos recuerden siempre que somos hermanos y hermanas, sin olvidar que quien nos hermana es Jesús.
Es por lo dicho anteriormente que no podemos anunciar a Jesús sin amor, es decir, si no experimentamos su amor en nuestras propias vidas, no hay cabida para anunciarlo. Solo siendo amados podemos amar y más amar.
No solo del pan vive la persona dice el señor, es decir también es necesario nutrirnos de la historia de Jesús, de su propuesta de amor, de ver que sueña Jesús para nosotros, en ese punto sabemos cuál y dónde se Encuentra nuestra misión (pregúntale a Jesús a donde te invita y a qué)
¿Qué promesa hace Jesús a sus discípulos?
Jesús se queda con nosotros para siempre, hasta el fin del mundo. Jesús está con nosotros siempre, nos acompaña, nos mueve, nos interpela, nos envía. A la misión no vamos solos o solas, vamos siempre con Jesús, Él se pone delante. Esa es la promesa, que no hacemos nada sin Jesús en medio de nosotros, además quiero agregar, que la iglesia universal está en Jesús y a la misión vamos como hermanos y hermanas, cada uno y una, con sus dones y carismas, con sus talentos y potencialidades, cada uno y una, con su propia misión. Ahí está la promesa, no te olvides, no hacemos nada solos/as
Para cerrar, solo quiero decir, que en Jesús se fortalecen nuestros sueños y proyectos, no caminamos solo. Este Cristo nos invita a ser otro ‘Cristo’, que anuncie y proclame justicia y paz en nuestro mundo y sociedad que necesita impulsos nuevos de esperanza. Así lo hicieron los santos y santas, así lo hicieron, los hombres y mujeres que nos mostraron la novedad del Evangelio con sus vidas y amor.
Por eso te invito a que te preguntes ¿Qué sueña Jesús para tu vida? ¿Cómo puedes ser misioneros en Jesús? ¿Cómo podemos anunciar a Jesús hoy? Qué Jesús nos ayude a anunciar siempre su proyecto, estando siempre conscientes de los signos de los tiempos.
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