Reflexión de Semana Santa
Por Cristian Viñales SJ
Esto se preguntaban en Jerusalén el día en que Jesús era recibido entre alabanzas y canciones y la misma pregunta ronda durante el interrogatorio de la pasión. Esta es la pregunta que resuena también en nuestros corazones durante los días de Semana Santa. Y ojalá, junto al Centurión y los que estaban con él a los pies de la cruz, podamos decir: ¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!
La respuesta a esta pregunta la debemos buscar, en nuestra historia de fe, en nuestras convicciones y siempre contemplando en profundidad el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios Espirituales, nos invita a contemplar en la pasión de Jesús, cómo la divinidad se esconde. Siendo esto solo aparente, pues allí donde a nuestros ojos parece que se esconde la divinidad, Dios está siendo plenamente Dios. Es más, paradójicamente la mayor muestra del poder de Dios, es esta: Se hace un hombre más e identifica su suerte con la de los más pobres y humillados de la humanidad. Pero allí en la cruz, donde tambalea la fe, donde parece que se acaba la esperanza, allí brilla el amor.
Quizás hoy podemos decir con la alegría y entusiasmo que nos dan los ramos y los cantos, que Jesús ES verdaderamente el Hijo de Dios y celebrémoslo y estemos alegres, de verdad. Pero realmente... ¿Podremos decirlo en el momento de la Cruz?, o más difícil aún, podemos decirlo ante las cruces que vemos a diario en nuestra sociedad.
Durante esta Semana Santa se pone en juego nuestra humildad, la disposición de nuestro corazón, pues no olvidemos que los mismo que gritamos ¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor ¡Hosanna en las alturas! Somos los mismos, exactamente los mismos, que más tarde mediaremos por la libertad de Barrabas y gritaremos convencidos: ¡Que sea crucificado!¡Crucifícalo! Frunciendo el ceño y apuntando a Jesús con el dedo.
Creo que contemplar la mezquindad y ambigüedad humana que se nos muestra en este relato a través de la violencia e injusticia vivida por Jesús. Nos puede ayudar a reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo. Hoy los niveles de violencia en nuestro país han llegado a límites insospechados.
Es de lo que más se habla en las noticias y matinales, es lo que mueve la agenda política, entre promesas de unos y recriminaciones de otros.
La violencia en nuestras calles, al igual que en el relato que acabamos de oír, es consecuencia de no tomarnos en serio la pregunta ¿Quién es este?, de no querer mirar en profundidad el rostro de nuestros hermanos y descubrir allí a Cristo.
En nuestros barrios hay violencia, portonazos en las casas, encerronas en las autopistas, asaltos y crímenes mucho peores. Recuerdo como si fuera ayer un terrible crimen ocurrido en la comuna de La Reina en año 2018. Un joven drogadicto de 18 años, entro a robar a una casa, asesinó a Carmen Gómez Peña y dejó herido a su hijo que padecía una discapacidad. Al día siguiente de los hechos todos los diarios hablaban de esto, el ministro del interior dio un punto de prensa para exigir mano dura a los jueces.
El joven criminal, al que los medios llamaban “Chico mono” tenía un prontuario impresionante. Yo no tengo dudas, un crimen así debe ser sancionado con severidad, el joven debía estar preso, porque era un tremendo peligro para la sociedad. Pero saben qué… el “Chico Mono” tiene nombre, se llama Ariel Mena Suazo, mientras era menor de edad, fue 21 veces detenido por carabineros y 8 veces paso por dependencias del SENAME, es decir tuvimos al menos 21 oportunidades de evitar este terrible crimen.
Ariel se crió en la calle, en calles mucho más violentas que las nuestras, sin padres, el SENAME tenía reportes de consumo de drogas desde los 8 años de edad. Sí, Ariel es un peligro para la sociedad, pero lo es, solo después de haber vivido en peligro toda su vida. Mientras él vivía en peligro, nadie intercedía por él en los matinales, ni mucho menos había un ministro que le dedicara un punto de prensa, simplemente era el “Chico Mono”, sin nombre, no existía.
Con jóvenes como Ariel se identifica Jesús… o citando a Eduardo Galeano, con:
“Los nadies : los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies : los ningunos, los ninguneados,
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica
Roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.”
Hay cientos de jóvenes como Ariel en nuestras calles. Me pregunto ¿Qué pasaría si pudiésemos descubrir allí el rostro de Cristo? Si pudiésemos identificar las pasiones de Cristo que se viven a diario en las calles de nuestro país.
El Papa Francisco en su homilía de domingo de Ramos nos dijo: “hay tantos 'cristos abandonados'. Pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas"
Me pone muy triste, pero a veces sin darme cuenta o sin querer darme cuenta no soy más que Pilatos, me lavo las manos y miro para el lado con indiferencia o peor aún apunto con el dedo a personas como Ariel y grito convencido: ¡Crucifíquenlos! ¡háganlos desaparecer! Porque es más fácil vivir engañándome, haciendo como que estas personas no existieran, esto es más fácil que asumir que allí está mi hermano, que allí está Cristo mismo.
Los cristianos, tenemos la clave de la esperanza, tenemos la llave para una sociedad nueva y justa. Estamos llamados desde siempre, como el mismo Padre Hurtado lo decía, a descubrir a Cristo en los sufrientes del mundo, pero pucha que es incómodo y difícil.
Pidamos con mucha humildad al Señor, poder aprovechar estos días santos y poder convertir nuestro corazón y hacer un profundo examen de conciencia, en familia y personalmente, para así descubrir y acoger sin temor las implicancias de nuestra fe, para que el amor venza la indiferencia, para recuperar esperanza y que no seamos Pilatos sino cristianos. Y entonces… cuando estemos delante de aquellos que la sociedad califica como “Nadies”… nosotros sin miedo, podamos contestar a la pregunta “¿Quién es este?” Y digamos, aquí esta Cristo y verdaderamente este es un hijo de Dios.
Hoy más que nunca, a Jesús, quien comparte la suerte de los pobres y humillados, sea el poder, el honor y la gloria, por los siglos de los siglos.
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