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Abrazar la Cárcel, una llamada de liberación y misericordia

Actualizado: 17 oct 2018

Por: Norma Villanueva Fernández, Vicaria de la Pastora Social- ONG Abracemos la Cárcel.


Sentir que Cristo nos llama e invita a volcar nuestro apostolado pastoral en las cárceles no es una tarea fácil. Muchas personas sienten curiosidad por conocer la cárcel, asistir a alguna actividad, o ayudar en algo concreto… pero la realidad es que somos pocos quienes nos quedamos y entregamos parte importante de nuestras vidas a esta misión que para muchos puede resultar incomprensible y contradictoria.


La vivencia de la espiritualidad en las cárceles no es nada nuevo, muchos que dedicaron su vida a luchar por la paz fueron perseguidos, torturados y encarcelados por no ajustarse a lo legalmente establecido… San Ignacio, Nelson Mandela, Martin Luther King, así como el mismo Cristo quien murió condenado, rechazado y vapuleado por la sociedad, la misma que lo llevó a prisión.


Creo que la primera gracia que recibí en una cárcel fue encontrar a Cristo en los rostros cansados de un grupo de internos de Colina II, rostros endurecidos por la violencia, el etiquetamiento y la soledad, asimilados a un rol impuesto por su origen y reforzado por el estigma de la cárcel. En ese momento comprendí, que buscar a Cristo en todas las cosas implica necesariamente encontrar su luz en los lugares más oscuros y abandonados de nuestra sociedad, las cárceles.


Ese rostro de Jesús condenado es representado por hombres y mujeres pobres, sacados de circulación social por no ser funcionales a un sistema que los excluye y segrega, conformando una paradójica dualidad de víctima-victimario al ser reproductores de la misma violencia que los aqueja. Yo me pregunto entonces ¿en qué medida he sido yo victimaria en la vida de estos hombres y mujeres? ¿Hasta qué punto mi indolencia, ignorancia e individualismo han aportado a su condena?


Creo que es primordial aprender a ser “oreja”, empatizar con sus historias olvidándonos de nosotros mismos, escuchar sin juzgar, y comprender que no todos tuvimos la oportunidad de nacer y vivir en un contexto de afectos y buenos tratos ¿Qué le puedo decir yo a estos hombres y mujeres que carecieron de todo eso? ¿Cómo puedo acoger el dolor de esos niños de hace 10 años que ahora son adultos condenados, pero que antes han sufrido el robo de su inocencia y su desarrollo? Acompañarlos y apropiarme de una pequeña fracción de ese dolor es para mí el servicio y la vocación pastoral por la cárcel.


Este dolor me permite corroborar diariamente que el Reino es construido por el error, que equivocarnos nos acerca más a Dios, y que reducir la identidad de una persona a un pecado no sólo en injusto, sino que también fragmenta la dignidad.


Cristo cargo la cruz para liberarnos ¿Cómo nos liberan a nosotros también los presos/as? ¿Cómo podemos acompañarlos en ese camino a llevar esas cruces? Creo que la vivencia real de la misericordia esta en perdonar (nos), reconciliar (nos) y finalmente abrazar (nos). Luchar por la libertad de los presos/as significa eso, acoger el llamado a ofrecer amistad, a favorecer vínculos mágicos y misteriosos, que reivindican una vida de desamor y abandono. Sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de un sistema de justicia misericordioso, no basado en ansiedades y miedos, sino reparador del daño causado… Liberar a los privados de libertad de su soledad y marginalidad es un acto de reparación no sólo con ellos, sino también con nosotros mismos.


El sufrimiento de Jesús en la cruz, refleja el sufrimiento que deben cargar nuestros preso/as, por eso ellos son Cristo ¿irías a la prisión a ver a Cristo? ¿Realmente lo harías?

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