El primer acercamiento que tuvo Nataly Cock con migrantes Haitianos fue en una de las clases de español a adultos, que desde hace cuatro años organiza el Centro Universitario Ignaciano (CUI) de la Universidad Alberto Hurtado, “se me amplió la mirada, por primera vez me di cuenta de las distintas culturas y personas que existen en la ciudad, fue como volver a ver”, recuerda la estudiante.
Nataly estudia administración pública y decidió comenzar a hacer su práctica en el CUI, su primera tarea, como cuenta, “fue sistematizar y comenzar a desarrollar el proyecto Zanmi, o las clases de español a niños haitianos”. Sin embargo, hasta ese momento la experiencia con migrantes, “había sido nula, casi nada”, como asegura.
“Recuerdo que estaba empezando a planificar algunas cosas y Andrea, la encargada del programa, me mira y dice: ‘no tiene ningún sentido que prepares las clases sin antes ir, conocer a la gente’, y tenía razón”, cuenta la estudiante. Pasaron los días y Nataly fue un sábado al Colegio San Alberto, en Los Nogales, lugar donde se realizan las clases de español a haitianos. “Al llegar me di cuenta de que realmente no entendía nada, jamás dimensioné todo, siento que abrí mis ojos como nunca pensé hacerlo y, hasta ese punto, tampoco dimensioné lo que vendría después”.
Las clases de español, impulsadas por el CUI, se desarrollan hace cuatro años. Actualmente es uno de los lugares de su tipo que más recibe alumnos, y cuentan con más de mil egresados y más de 250 estudiantes actualmente. Al ir por primera vez, Nataly entendió “el verdadero sentido de las clases, que más allá de enseñarles español, lo importante es poder ser una red de apoyo efectiva, que los ayude a desenvolverse bien en un país que no conocen”, cuenta la estudiante. Y desde ese punto, comenzó el trabajo.
En un comienzo, como cuenta, no fue fácil, “tenía mucho temor, no sabía bien como desenvolverme, qué decir. El idioma era efectivamente una barrera, pero con el tiempo me empecé a dar cuenta que entender es más que un trabajo, es un proceso humano. Además, a pesar de que no los tenía, uno igual llega con ciertos prejuicios que genera tu entorno”.
Pero no los vió, “por ningún lado, no pude percibir ni uno solo de los muchos prejuicios que existen. Hay un desconocimiento total respecto a la migración, porque la gente no sabe, ni se ha dedicado a compartir con el otro, con el vecino, que es lo fundamental para poder vivir en comunidad, y eso fue algo que pude lograr en Los Nogales”, recuerda Nataly.
"La comunidad de Los Nogales logró transformar a una persona que se dio cuenta de que la fe se vive de otra manera, a través del compartir la vida. Eso me lo mostraron, y estoy completamente agradecida”.
Comenzaron con ocho niños, y poco a poco comenzaron a aumentar, “cuando siguió avanzando el tiempo ese sentimiento de que tenía que trabajar, o que lo que tenía que hacer era por la práctica, se esfumó. Al final comenzó a ser un proceso de acompañamiento mutuo y comencé, sin darme cuenta, a aprender mucho de ellos”. Actualmente, más de 200 niños acuden a las clases, que se han expandido a tres colegios.
El periodo de práctica de Nataly terminó, pero las clases seguían, y la estudiante no lo pensó dos veces y continuó yendo, “lo consideré como algo innato, ya éramos amigos, me hicieron sentir parte de su comunidad, y eso es indescriptible”.
Al hacer la comparativa, además, de lo que pensó cuando llegó y lo que piensa ahora, recuerda que “probablemente en un principio si lo vi como que yo los iba a ayudar, pero yo creo que la gran enseñanza que me ha quedado es que llegué como practicante y terminé como amiga. La comunidad de Los Nogales logró transformar a una persona que se dio cuenta de que la fe se vive de otra manera, a través del compartir la vida. Eso me lo mostraron, y estoy completamente agradecida”.
Pero el encuentro, tal como cuenta Nataly, no fue solo con la comunidad, sino que “pude volver a recuperar mi fe”, como recuerda. “Antes de comenzar a ir a las clases estaba reacia a participar en la Iglesia, pero en Los Nogales no fue igual. Todo lo que consideraba Iglesia cambió, porque antes solía quedarme en ritos, en las misas, pero pude entender que vivir la fe implica tener relaciones humanas, conversar, entregar cariño, mantener relaciones en la fe”.
Es enfática, además, en asegurar que “me gustaría que la migración se viera desde una perspectiva más humana”, y en que “es fundamental el encuentro con el otro, pero desde la humildad y dispuesto a aprender del otro y no solo a enseñarle”.
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