¿Quién soy? ¿Qué digo de mí? ¿Cuál es mi grado de autonomía? ¿Con quienes me vinculo y a dónde pertenezco? Estas preguntas que tod@s nos hemos planteado alguna vez reflejan la importancia de la identidad en el crecimiento personal y comunitario; identidad que emerge a través de un proceso relacional siempre inconcluso y circunscrito por una frontera permeable que permite la sorpresa del encuentro.
Según Daniel Shapiro, teórico norteamericano, la identidad se constituye a partir de cinco pilares básicos: aspectos dogmáticos, costumbres o ritos, lealtades, valores o principios y experiencias emocionalmente significativas. Sin buscarlo, por lo menos conscientemente, los tres libros que recomendamos a continuación desarrollan cada una de esas dimensiones, introduciéndose así en el misterio de la identidad.
Ser cristiano al modo de Ignacio de Loyola implica asumir un seguimiento de Jesús que reconfigura la vida y, por tanto, nuestras relaciones con los demás. Ser cristiano al modo de Ignacio de Loyola implica asumir un seguimiento de Jesús que nos invita a sumergirnos en ese pozo sin fondo que es decirse a sí mismo, en medio de un cuerpo de hombres y mujeres diversos. Ser cristiano al modo de Ignacio de Loyola implica asumir un seguimiento de Jesús que hace de la identidad personal y comunitaria el corazón de una reflexión que surge de la experiencia.
El primer libro que queremos recomendar es de un jesuita español llamado Javier Melloni. En Éxodo y éxtasis en Ignacio de Loyola. Una aproximación a su autobiografía, el autor nos propone un nuevo acercamiento a la figura de san Ignacio. La pregunta que surge de manera espontánea es: ¿para qué otra biografía de este santo? Creo que una de las riquezas de este libro es que nos ayuda a comprender la necesidad de seguir cuestionando el pasado desde nuestro propio contexto actual. Estoy convencido que el Evangelio y la figura de hombres y mujeres que intentaron fijar los ojos en Jesús nos pueden seguir ayudando a experimentar hoy una vida más plena y verdadera.
Este libro, así como los otros escritos del autor, seduce por su profundidad, cercanía y capacidad para sumergirnos en una historia llena de matices, permanencias, salidas, soledades y encuentros; historia de un movimiento permanente, propio de un peregrino; historia que nos invita a reconocernos como seres vulnerables, amados-as y en relación constante.
Dicen que Silencio es una de las grandes obras literarias del siglo XX japonés y su autor, Shusaku Endo, uno de los escritores más reconocidos del país insular. Para los que vieron la película homónima del año 2017, dirigida por Martin Scorsese, Silencio narra la historia de unos misioneros jesuitas que deben sortear las dificultades de la inculturación en un contexto de represión y desconocimiento mutuo. Si la película te mantuvo atent@, estoy seguro de que el libro lo hará mucho más porque, sinuosa y sutilmente, te ubica en el centro de una historia atravesada por una fe que exige toda la vida, es decir, esos momentos de consolación que te aceleran el corazón, pero también aquellos en los que estamos más cerca de la apostasía y la mera apariencia del ser religioso.
Silencio es un libro existencial al vincularnos a esos jesuitas tan distantes en el tiempo y en el espacio, pero tan cercanos en su devenir religioso, porque algunas de sus sombras y dudas nos siguen acompañando hoy, porque su experiencia de fe nos sigue interpelando, porque su historia nos sigue invitando a esa tierra desconocida del Silencio.
Finalmente, en este mes ignaciano los invito a tener presente el último libro del jesuita Franz Jalics, llamado hermosamente: Escuchar para ser. La verdad es que esperaba bastante más de este libro (el problema debe ser mío y no del libro, claro). A pesar del panegírico inicial desarrollado en el prólogo, no me convenció ni la metodología propuesta ni el contenido explícito. La pregunta que surgió al terminarlo fue: ¿lo volvería a leer? Y la respuesta me sigue brotando de manera inmediata: ¡sí, de todas maneras! Y lo leería de nuevo porque comparto plenamente la intuición del autor, porque comparto plenamente la búsqueda que guía estas páginas, porque comparto plenamente el encuentro amoroso que sedujo a su autor y que está bellamente sintetizado en el título.
En tiempos turbulentos, en los que florece la incertidumbre y los temores se envalentonan, estoy convencido de que es el momento para detenerse y escuchar: escuchar la voz del Otro que susurra en nosotros y alrededor nuestro, aquella voz que exige silencio porque es una voz que canta despacio, tan despacio que me obliga a estar cada vez más cerca para escuchar… más cerca… más cerca… tan cerca que me uno a ellos y ya no sólo escucho, sino que soy, o, más bien, somos…
A través de estos tres libros creo que tenemos la posibilidad de merodear esas preguntas que brotan del corazón de la humanidad, porque nos recuerdan que un seguimiento cristiano maduro implica escuchar aquello que está en lo más profundo nuestro, poniéndonos a disposición de ese Dios desconocido que late despacio y sin pausa. Libros, épocas y autores diversos, unidos por una misma espiritualidad que brota de la experiencia religiosa de Ignacio de Loyola; experiencia que hoy sigue interpelando al ser todavía un modo válido para encarar esas preguntas existenciales que bellamente nos presentan estos libros. ¡Buena lectura!
Comments