¿Que es?
El racismo y sus consecuencias han sido el tema de estas semanas y es inevitable hablar de ello. Por eso, primero los invito a ver una divertida película, de hace algunos años, titulada “Un domingo cualquiera”. Protagonizada por Al Pacino y y Jamie Fox, retrata las realidades del futbol americano en Estados Unidos. Jamie Fox es un jugador afroamericano que está teniendo una gran temporada. Al Pacino es un entrenador (blanco) de capa caída, que, gracias a Fox, vive sus últimos días de gloria en el deporte. Por otro lado, el equipo esta en quiebra y sus duelos quieren venderlo, a costa del bienestar de sus estrellas.
¿Por qué verlas?
Es en una de tantas discusiones, el personaje de Jamie Fox le dice a Al Pacino algo así como: en la NFL hay grandes estrellas afroamericanas, que terminan con grandes lesiones por este deporte, arriesgando su vida y generando mucho dinero. Dime cuantos afroamericanos son dueños de equipos en la liga. Ninguno. Los blancos se llevan toda la riqueza. Los blancos ganas mas que los negros en la liga. El sistema favorece que los afroamericanos estén por debajo de los blancos.
¿Qué mensaje nos deja?
Esta obra, habla de negros, hacen referencia a la violencia racista mas normalizada. La del desprecio al afro o al indígena por considerarlo inferior. Normalizamos usar la palabra indio como insulto, así como normalizamos la desigualdad salarial de los afrodescendientes y otros abusos laborales. Esta violencia es la peor, es la de todos los días. Es la que se normaliza y se usa para hacer bromas y reírse a costa de la vida de otras personas.
Hace poco celebramos Pentecostés, la gran fiesta de la diversidad en la iglesia, donde, en el relato bíblico, los distintos se entienden, los de diferentes lenguas se escuchan y comprenden y donde, como dijo San Pablo, ya no hay ni libre ni esclavo, ni judío ni pagano, son todos hijos de Dios reconciliados por medio de Jesucristo. El reconocer en el otro un igual es uno de los mandamientos de Jesús, cuando nos dice: ámense los unos a los otros como yo los he amado. Y su amor ha sido como hijos de un mismo Padre, sin distinción, iguales en todo. Así debemos amarnos, al modo de Jesús.
Por: Miguel Jesús Pedreros SJ.
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