Cuando nos encontramos en una crisis interna en nuestra vida, nos acercamos a Dios e intentamos sanar nuestras heridas desde la confianza y el amor. Nos mueve el sentimiento de reconstruirnos a nosotros mismos. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a una crisis externa, en donde nuestro entorno natural, la creación misma de Dios están sufriendo las consecuencias de una crisis climática, ¿nos preguntamos que nos impulsa, ¿a quién nos acercamos? ¿Somos solo espectadores o podemos contribuir a reconstruir también lo que nos rodea?.
Durante varios años, hemos estado dialogando sobre cómo esta crisis climática nos interpela como cristianos, pero aún nos mantenemos más en las palabras y poco en las acciones concretas. Es hora de hacer un cambio, de volver a nuestras raíces y comprometernos con el entorno natural que tanto necesitamos. Debemos salir de nuestra zona de confort y enfrentar este desafío.
Nuestra relación con la naturaleza no puede ser ajena a nosotros, ya que dependemos de ella. San Francisco de Asís decía: “La naturaleza es el lenguaje de Dios, donde podemos escuchar su voz y su amor”. Necesitamos volver a conectar con ese lenguaje de Dios, con esa esencia, para poder articular la acción misma de Dios, nuestras propias acciones y las que establecemos en nuestros ecosistemas.
Muchos de nosotros sentimos una conexión con Dios de manera especial a través de la naturaleza. Cuando nos sentamos en un árbol para orar, al contemplar el atardecer o caminar junto al mar en momentos de angustia, en la mezcla de olores perfecta de las flores en primavera que nos trae recuerdos. La naturaleza misma nos da ese espacio para conectarnos con Dios, es imprescindible para nuestra existencia y debemos entender que cualquier daño que sufra repercutirá en nosotros tarde o temprano.
Es relevante reflexionar sobre cómo podemos cuidar la creación de Dios y contribuir a su cuidado. Podemos tomar medidas para reducir nuestra huella ecológica, como adoptar prácticas sostenibles en nuestro estilo de vida, promover la conservación de los recursos naturales y apoyar iniciativas que busquen mitigar el cambio climático. También podemos educarnos y concienciar a otros sobre la importancia de proteger el medio ambiente y trabajar en conjunto para encontrar soluciones.
Ojalá podamos volver a preguntarnos ¿Somos solo espectadores o podemos contribuir a reconstruir también esa creación de Dios que tanto necesitamos?.
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