Por: Patricia Alarcón, caporal de diablada morenada de Arica.
Probablemente sean las expresiones de fe, que se radican en un grupo de personas movidas por una religiosidad popular, las que sostienen y hacen posible que, en algunas situaciones, se mantenga en lo más alto la fe en la iglesia. Los bailes religiosos tienen y cumplen una labor de fe que se respeta y se cuida con tradiciones, ritos y formación de una familia nueva, que refleja en todo su esplendor la evangelización de un puñado de personas que rinden pleitesía a la madre del Carmelo, nuestra Chinita del Carmen.
La fiesta de La Tirana es una que espero cada año con muchas ansias, expectativas, y un sacrificio que vale la pena, porque cuando llego a los pies de la carmelita me siento reconfortada, llena de vida, porque al cantarle mi voz llega donde no llega ninguna otra, porque cuando bailo es mi forma de orar, porque cuando estoy cansada reflejo lo que estuve esperando un año entero.
Hoy en día los bailes religiosos son en gran parte quienes mantienen viva la fe de quienes, cada mes de Julio, dan vida a un pueblo que está en medio de la nada.
Gran parte de lo que se vive en La Tirana, siempre viene de las generaciones anteriores, de los abuelos quienes contando sus historias en el pueblo y van inculcando un estilo de vida arraigado en lo religioso y en la tradición de un lugar lleno de historia. Un lugar mágico y único sin comparación, donde los bailes religiosos cuentan con la habilidad de poder encausar a aquellos que están lejos de la iglesia.
Hace un tiempo soy caporal del baile religioso en el que participo, y una vez en el cargo me he podido dar cuenta todas las responsabilidades y el cansancio que implica, pero todo se olvida con el camino de la fe que uno va encontrando es reconfortante, reponedor, un lugar donde puedo descansar y expresar mis problemas, compartir con personas que viven como yo y aprender de su estilo de fe, llevarlo a mi vida cotidiana y hacerlo parte de mi.
Además, desde el año pasado que participo en la Pastoral Juvenil de Bailes Religiosos (PJBR), donde tenemos como misión poder evangelizar a los jóvenes de los bailes religiosos, quienes a pesar de participar no siempre tienen claro lo que significa entender la palabra de Dios, la que nos guía y nos da el estilo de vida que queremos llevar. Cantando entendiendo lo que significa enhebrar la frase y darle sentido a la palabra como dice una canción “Soy bailarín del silencio, de aquel silencio que habla con Dios, soy pecador, soy indigno y necesito de mediador”. Cualquiera que vive la fe y lo enlaza con la religiosidad popular entiende que en esa frase los bailes religiosos oramos mientras bailamos y nuestra mediadora es nuestra madre del Carmelo.
Bailar en la fiesta de La Tirana, también engloba muchas veces las mandas (peticiones) que hacemos cuando entramos a bailar, el cumplir 3 años bailando o más pagando dicha manda o simplemente bailando por agradecer cada año de vida y trabajo hace que la gente encuentre en los bailes religiosos una forma de refugio y contención que en otros lugares no se encuentran, es tener una familia nueva, una familia empapada de religión que tiene su climax en el mes de Julio.
En mi caso, bailar es la forma de poder reflejar el trabajo de un año entero ensayando, asistiendo a misas, actividades, jornadas, talleres para llegar a estar inmersa en un lugar encantador y que me asombra cada año, conozco cada rincón de ese pedazo de tierra, conozco cada sitio de ritos y conozco como la palma de mi mano el camino que debo seguir para llegar a la Carmelita, la madre de todos que forma parte de mi vida, la madre que hace el nexo con el creador de la vida y con el que cada día conecto mis pensamientos y mi vida.
El vestir un traje es un ritual que se vive una vez en la vida, cuando entras a un baile religioso y eres presentado ante Dios y la virgen, va encaminando el trayecto hacia el evangelio que nos escriben en la biblia, pero este evangelio no se lee sino que se danza. Cada bailarín va rezando y orando en su danza y la conexión que hacemos entre lo andino y lo religioso, vuelve a esta fiesta una vivencia única.
Decir también que la diablada que se baila en La Tirana es un estilo chilenizado, muy diferente a la que se baila en Bolivia y Perú, pero que comparten la fe y la devoción a Dios y María. Siempre es importante saber la historia que hay detrás de cada baile religioso, porque desde ahí está el génesis de bailar, cantar y formar parte de una sociedad religiosa, un vasto camino que no logras entender hasta cuando estás in situ, bailando o caminando hacia el templo, donde en su interior la vida misma te enseña que la fe y la religión tienen algo preparado para tu vida.
Llegar a ser bailarín de un baile religioso va más allá que solamente bailar, es una internalización de muchos sentimientos englobados en un solo objetivo, la fe sin culpas, sin reproches, transparente a Dios, un Dios que puede mantener viva la llama de la fe, pero que necesita de muchos apóstoles y enviados que comiencen el camino y lo pavimenten a los demás. Para eso estamos aquí los bailarines, somos un ejemplo de que realizando una labor de evangelización al prójimo, mantenemos con vida lo que Dios nos ha inculcado desde siempre.
La vivencia que he tenido en este amado pueblo, me lleva finalmente a expresar la fe a mi manera, la manera que yo siento que debe expresarse, y podríamos estar todo un día tratando de explicar como siento la fe, y como explicársela al otro para que sienta lo mismo que yo, pero lo que debemos hacer es entender que cada uno vive y expresa a su fe a su manera, y lograr así mirar no solo la punta del iceberg porque es lo más fácil, sino que adentrarse en el extenso mundo de la religión y la fe. La Tirana, un pueblo que despierta en medio de la pampa, con bombos y platillos de una banda, con el campos naturales de un baile religioso, el mismo canto que hoy expresé sin miedo.
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