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Foto del escritorMiguel Núñez

Alimento que nutre nuestra existencia

Actualizado: 26 jul 2023


Cuando amamos profundamente a alguien quisiéramos darle toda nuestra persona. Este impulso nos hace dar regalos en momentos especiales; compramos detalles

para decirle a aquella persona que la amamos, que es muy bueno que exista, que

su vida nos hace mucho bien. Tan buena es la existencia de nuestro amado(a) que nuestros regalos buscan “darle vida” de alguna manera. Le ofrecemos chocolates para que endulce sus momentos, le presentamos joyas para que acentúe su belleza, se les invita a comer algo rico a fin de que obtenga energías y su vida no acabe.


Queriendo que nuestra vida no termine, Jesucristo se ha dado por completo, su regalo de amor no es cualquier detalle sino toda su existencia. En la eucaristía, no

se nos da “algo”, sino que Jesús se da a sí mismo de manera personal. “Mi carne

es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe

mi sangre permanece en mí, y yo en él” (Jn 6, 55-56).


Esto celebramos en la solemnidad de Corpus Christi, toda una vida entregada por

amor que sigue nutriendo nuestra existencia. Aunque suene paradójico, la vida ofrecida hasta la muerte acrecienta nuestra existencia, es por eso que la eucaristía

canta la victoria de la vida.


La participación en la eucaristía proclama que la historia tiene sentido, que la vida

entregada por amor está llena de plenitud. Comulgar con Cristo es aceptar la

intención de su vida: la entrega total a los demás. Relacionarse personalmente con

Jesús es abrirse a este mensaje, concretado con su propia existencia compartida

en la intimidad de la comida.


Si al participar de la eucaristía nos convertimos en Cuerpo de Cristo, si realmente

nos unimos los unos con los otros, entonces no podemos ya comportarnos como si

no nos importaran aquellos que están necesitados. Cuando comulgamos podemos

decir como Jesús: ésta es mi realidad personal para ustedes, estoy aquí para

tenderles la mano, haciendo real y concreta la entrega.


Participando de la experiencia eucarística se hace realidad lo que dice Pedro

Casaldáliga “comiéndote sabremos ser comida”; al comulgar, también nosotros

podemos asumir una vida eucarística que se ofrece a los demás para hacer de su

existencia realidades más nutridas y plenas.


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