top of page

Devociones marianas

Fiesta de Lo Vásquez

Testimonio

María José Astudillo, peregrina Santuario Lo Vasquez

La historia del santuario de Lo Vásquez siempre ha estado ligada a la devoción popular, por lo que he leído y me han contado, se inició en el jardín de una casa de fundo en, ese sector que se llama “Lo Vásquez”. Había una imagen que daba a orilla del camino  y la gente  se detenía y rezaba. Al ver esto el dueño de la imagen, construyó una capilla, donde se registra el primer bautizo en 1849. Lo que ha trascendido hasta hoy, por eso se celebra cada 8 de diciembre con la peregrinación de miles de personas.   

 

Mi historia con la virgen de Lo Vásquez, comienza mucho antes de mi nacimiento, mis abuelos tenían un campo cerca del santuario y mi mamá quería tener un hijo, siempre me cuenta que le decía a la virgen “tengo envidia del niño que llevas en tus brazos”, no sé si sea exactamente “legal” tenerle envidia a la virgen María pero así se sentía,  finalmente, en el invierno de 1988 nace mi hermano, Francisco. Le decían “niño de porcelana”, por lo bien que se portaba y mi mamá, por devoción a la virgen, le decía que si él decidía ser sacerdote ella lo iba a apoyar, sin embargo, aquél niño tranquilo y de buenos modales, un día al conocer dónde vivía el sacerdote de la parroquia cerca de mi casa en Santiago, le dijo a mi mamá “yo no quiero ser sacerdote porque no quiero ser pobre” y  al cumplir 3 años quiso tener una hermanita. Mi mamá no podía quedar esperando bebé y pensaron en la adopción, pero para buena o mala fortuna de mis padres y hermano, llegué yo, María José o Coté como todos me llaman, en primavera de 1991. Fui, un milagro de la virgen de Lo Vásquez supongo, era de lo más intranquila y curiosa, desarmaba todo lo que encontraba a mi paso, incluso una vez me electrocuté por andar jugando a desarmar los enchufes de mi casa.

 

 Cada vez que íbamos al campo, pasábamos por el santuario y en el 2000 mis papás se separaron y nos fuimos a vivir con mi mamá para siempre a Casablanca, en medio de la nada. Con mi hermano éramos insoportables, íbamos a misa y nos reíamos del “cura”, de sus prédicas sin sentido, yo obviamente en mi adolescencia me consideraba atea y mi mamá nos dejaba ser, aunque ella con su amor infinito nos trataba de llevar a la iglesia.

 

 A los 16, tuve la crisis existencial de toda adolescente sufriente que le pesa la vida, que no encuentra el sentido.  y le dije a mi mamá que quería ir a catequesis de confirmación, ella muy sorprendida, ya que la primera comunión la hice, por supuesto obligada, en el colegio, me dijo “bueno, vamos, pero quisiera saber ¿por qué si tú no crees en Dios?”, a lo que respondí: “Tú siempre dices que Dios toca tu corazón, pero tú eres quien tiene que abrirle la puerta, si tu Dios existe, entonces debería sentir que toca mi puerta, ahí veo si le abro”.

 

 Fue así como durante dos años de catequesis torturé a un seminarista haciéndole preguntas sobre el libre albedrío, cuestionando la religión en todos sus aspectos y formas,  cuando llegó por fin el día de la confirmación yo no me quería confirmar, a lo que mi mamá respondió: “yo tengo una celebración y tú con tus mañas no la vas a arruinar, así que vas por último haces el show y te vienes”, cuando las mamás te dicen algo hay que cumplir.

 

 Recuerdo que miré a la virgen que siempre parecía que se estuviera riendo de toda mi rebeldía y escucho al padre en la prédica que dice “ustedes están aquí para darle un sentido a su vida y que ése sentido sea Jesucristo”, no sé por qué, ni cómo, pero creo que es el corazón de nuestra Madre María el cual  vio en mi corazón una niñita mañosa y perdida que necesitaba un camino y fue lo que me dio, desde ése día comencé un camino de su mano y hasta el día de hoy, a mis 27 años que no nos soltamos. Comencé a cantar en el coro, la hermana Vero, me enseñó a tocar la guitarra, tenía clases todos los martes, empecé a hacer catequesis también y a participar en la alianza expiatoria con mi mamá.

Fue la virgen María quien sanó todas las heridas de la adolescencia y fortaleció la relación con mi mamá y mi hermano. Mi hermano se casó en el santuario de lo Vásquez, con mi mamá nos consagramos al sagrado corazón, que es la devoción de la alianza expiatoria, es mi segundo hogar, he hecho amigos, ahora sacerdotes, que siempre tendré en mi corazón y lazos en Cristo que sólo una madre puede unir.

 

Cada 8 de diciembre es especial, yo en particular no peregrino, porque siempre o estoy en las mandas o las flores o atendiendo al peregrino, porque ese día se junta la familia, la familia de la iglesia viva, del laico con su fe sencilla, todos somos hermanos bajo la mirada de esa mujer que le dijo a Dios “hágase en mi según tu palabra”, y nos regaló su vida.

TESTIMONIOS

bottom of page