Devociones marianas
Fiesta de La Tirana
Testimonio
Marcela Villalobos, Camarera de la Virgen del Carmen de La Tirana
Asisto a la fiesta de La Tirana desde que nací y siendo una niña siempre sentí la necesidad de servirle a mi Carmelita, no tengo claro el por qué, sólo sé que yo la sentía siempre presente, a mi lado y debía retribuir en algo su compañía.
Es así como llegué a prestar el servicio más hermoso, como camarera de la Virgen del Carmen de La Tirana, en la fiesta de la Reina más hermosa, la Patrona de Chile. Fiesta marcada por ritos y tradiciones, una entrada llena de alegría y esperanza, vísperas, procesiones, bajadas y subidas de la imagen de nuestra madre que durante estos diez días es venerada con cantos y danzas de los bailes religiosos, todo esto con fechas y horarios marcados.
Ser camarera es preocuparse de cada imagen que hay en el santuario, de sus ropas, joyas, flores, andas procesionales, mantener limpia la casa de nuestra madre del Carmelo, cuidar de las puertas que acceden a ella; tenemos la importante misión de acoger a nuestros hermanos peregrinos, bendecirles en la imagen venerada de la Carmelita la infinidad de cosas que traen, muchas veces escucharlos porque te cuentan las distintas formas en que la Virgen les ha ayudado y también lo que le están pidiendo, cuando veo niños enfermos, personas con movilidad reducida, algunos que ni siquiera la pueden ver, el estar ahí, donde la fe se vive tan de cerca, se acrecenta más la mía. Entré a este servicio cuando tenía 15 años, y ya cumplí 22 años realizándolo y hasta el día de hoy ver el amor, la fé y a veces el dolor de la gente, me emociona hasta las lágrimas. Creo firmemente que el día que deje de hacerlo, simplemente será cuando no sirva para servir. Nuestro trabajo es arduo y a veces agotador, un trabajo silente, que la mayoría no conoce a fondo.
Mi Chinita, como la llamamos, para mí es auxilio y esperanza, es el mejor ejemplo de fe, entrega y amor a Dios, pues aceptó su voluntad en la alegría de acunar en su vientre al Salvador y en el dolor de verlo morir en la cruz. En mi vida está presente cada día cuidando y guíando mis pasos y de los que amo, vivo pensando en como ser mejor en mi servicio y seguir su ejemplo de fiel sierva de Dios.
Esto partió como un llamado inexplicable y tradición familiar hoy es por fe, la fiesta de La Tirana es uno de los motores que me mueve, pues cuando termina, para mi al otro día comienza la cuenta regresiva para volver a vivirla, para volver a sentir a María tan cerquita y que me cobije en sus brazos con tanto amor, el mismo amor que yo pongo en mi servicio, que me regale la paz y el calor que sólo una madre sabe dar.
Agradezco a Dios regalarme el gran privilegio de servir a la Virgen del Carmen, a mi Chinita, con el amor y la fé más grande, donde no existe el cansancio, sino un alma llena de satisfacción.